viernes, 22 de mayo de 2009

Servir antes que informar

Servir antes que informar, representa una de los más grandes consejos del columnista Javier Darío Restrepo. Profesar la ética dentro del trabajo periodístico en cátedras académicas y posiblemente entre los compañeros de trabajo en el diario EL TIEMPO y últimamente en EL COLOMBIANO, es el pilar fundamental sobre el que basa la actividad en su larga vida.

Ética, elemento primordial en el desempeño de cualquier labor, permitiendo actuar en concordancia con las leyes, sin violar los derechos, en el caso periodístico del público receptor de información, brindando veracidad, objetividad, y ante todo servicio para la sociedad, debe ser la mayor enseñanza para desempañarnos en la comunicación social.

El columnista Restrepo, reconocido en el ámbito nacional e internacional por el espeto de la ética, en el periodismo caracterizada por la libertad de expresión, no autocensurarse ni ser censurados, no manipular la información, entre otras, es el periodista que critica constructivamente el cambio de los comunicadores actuales, porque los considera frescos.


Al respecto considera necesario la ceración de códigos de ética en las empresas mediáticas, para dirigir el actuar de sus empleados. No obstante menciona que el periodista no se ciñe a la teoría, para el periodista, el día a día es cambiante, siempre se aprenden nuevas cosas en el ejercicio de la profesión.

Lastimosamente, respetando sus principios y manteniéndose en su ley, fue despedido del periódico EL COLOMBIANO, por priorizar el derecho de toda persona a expresarse libremente, consagrado en la constitución política de Colombia de 1991, ley cumplida en la práctica, no en la realidad como lo observamos en este ejemplo.

La noticia generó el día de su emisión revuelo dentro de la sociedad colombiana, particularmente en los conocedores de su labor. Como cualquier personaje de importancia, más cuando son la diferencia por su excelente trabajo, integrado por la transparencia, su despido genera sorpresa, normalmente son despedidos los malos empleados, no los mejores.

Es considerado uno de los mejores columnistas, quizás no por los temas que debatía, sino por la calidad de su pluma, representada por la libertad, de la cual no gozan muchos colegas dentro de nuestro país, por razones laborales, personales, y en mi opinión, económicas principalmente

En sus palabras, “se acabó el respiradero”, su espacio, donde podía ejercer y practicar lo que le generó reconocimiento, el periodismo sin censura, periodismo necesario en Colombia para solucionar los lunares que impiden el progreso de la nación.

Según el propio Javier, la razón de su despido fue ejercer el derecho a discrepar, en pocas palabras, el derecho a estar en contra y a expresar sin tapujos opiniones en contra del gobierno. Como lo mencionó en una entrevista realizada en la W, “Al día siguiente de publicar la columna LIBERTAD DE DISCREPAR me llegó la carta”, “la discrepancia se toma como agravio, incluso como falta de ética el discrepar”.

En este punto El título de la entrada del profesor, EL ZUMBIDO Y EL MOSCARDÓN, representa una de las mayores realidades que a lo largo de la historia del periodismo de la nación escuchamos hablar, obviamente no con estas palabras, pero sí con silenciar periodistas por medio de la violencia y atentados a medios de comunicación.

El Zumbido del moscardón, es uno de los mas fastidiosos, como lo fue Restrepo para el gobierno, crítico de sus políticas y acciones, críticas que no se aguantaron más en EL COLOMBIANO, su zumbido se volvió incómodo para la línea editorial del medio, no fue resistido por más tiempo.

Aunque el despido fue intempestivo, más lo será su regreso a la opinión, personas como Retrepo no pueden ser olvidadas ni silenciadas, porque son el ejemplo del trabajo bien hecho, somos los comunicadores del mañana, en nuestras manos está la transparencia o la corrupción, hacemos lo que nos digan o respetamos la ética periodística.

Para finalizar aludiré frases propias del promotor de la ética periodística en nuestro país, Javier Darío Restrepo, “huésped en casa ajena. Cuando se vive mucho tiempo en casa ajena, puede suceder una de las dos cosas, o que uno acabe pensando como piensa la casa, o que se vuelva huésped incómodo. En este caso no coincide con el pensamiento de la casa”

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