miércoles, 3 de junio de 2009

Paz para el mundo colombiano

En el país, agobiado por la violencia desde hace más de 50 años, constantemente nos acostamos y despertamos con noticias trágicas y violentas de asesinatos, muertes por tomas o atentados guerrilleros y muchos heridos por minas antipersona.

Los colombianos estamos acostumbrados a esta realidad; y por muchos años estuvimos dormidos y amedrentados por el actuar delictivo de los violentos. Sólo desde algunos años atrás, particularmente iniciada en la marcha del 4 de febrero del año anterior, despertamos nacional e internacionalmente del sueño en el que vivimos durante años como osos Hibernado.

En la actualidad son muchas las acciones que los nacionales y extranjeros emprendemos, no en la totalidad de la población por la indeferencia aún existente en la sociedad, siempre encaminadas a buscar la pacificación colombiana, iniciando con la liberación de los secuestrados; lamentablemente la realidad muestra más, más y más atentados en contra de la sociedad civil, haciendo de nuestras acciones prácticas infructuosas.


Meses atrás en el país se observa la practica de la nueva oleada delincuencial que afecta a varias regiones y departamentos del país, enlutando familias e instituciones por los homicidios perpetuados en contra de sus integrantes. Inició con la publicación y difusión de pasquines o panfletos, donde se amenazaba a diferentes grupos sociales (prostitutas, drogadictos y la población inocente que caminara por las calles después de las 10 de la noche).

La indeferencia del país, particularmente de aquellos que no sufrimos el dolor del conflicto interno, es tan grande que a pesar de la amenaza latente, continuamos nuestra vida como si nada hubiera pasado, incluso presentada en las autoridades competentes, quienes dejaron pasar las cosas con caso omiso hacia ellas, lastimosamente la frase popular “darle tiempo al tiempo”, propicio el silencio de personas hoy fallecidas.

Al respecto, el municipio de Ocaña Norte de Santander no es ajeno. Los mismos pasquines de otros lugares se difundieron por el casco urbano, enterando a la población de la realidad que se avecinaría, restándole importancia igual que siempre. En este punto las autoridades menguaban el sentir del pueblo, daban paños de agua tibia; para las autoridades todo era normal, el luto de muchos demostraba lo contrario.

Después de tantas muertes, después de tanta sangre derramada en las calles de nuestra hidalga ciudad, caracterizada por cosas maravillosas, nos damos cuenta del problema salido de las manos que poco a poco se apoderó de todos y todas; nuestras calles antes integradas por niños y personas disfrutando de las noches frescas sólo la circulan los perros callejeros, la sociedad siente miedo, los irracionales, pareciera, se apoderan de este rincón del país.

Encuentran dos personas degolladas, Tiroteo en el mercado público de Ocaña, Asesinado persona en tal o cual lugar, fueron los titulares de los medios de comunicación local que informaban las acciones de un grupo de personas al parecer irrefrenable por las autoridades competentes, encargadas de velar por la seguridad de propios y visitantes del municipio.

Lastimosamente un fallecido más, una familia más de luto tuvo que ser necesaria para despertar nosotros mismos, dándoles un jalón de orejas a las autoridades para que mostraran resultados. En el hecho acaecido el fin de semana anterior un estudiante resultó muerto y tres más heridos, todos de la Universidad Francisco de Paula Santander Ocaña, luego del atentado perpetrado en un sector céntrico de la ciudad.

De la misma forma son las realidades de otros municipios de Colombia, donde los habitantes se acongojan por la práctica de la teoría amenazante reflejada en los pasquines.

Reflexionando sobre los hechos antes mencionados, es necesario remitirse directamente a las instituciones que deben prestar seguridad al pueblo colombiano. ¿La seguridad democrática sirve? Respondiendo la pregunta citada analizamos el intranquilizante e inquietante devenir.

En cuanto a la seguridad democrática, campo directamente ligado al tema central de reflexión, podemos estudiarla someramente en tres caminos:

El primero, la seguridad en las vías: Indiscutiblemente los colombianos y visitantes desde el primer mandato del presidente Uribe podemos viajar tranquilamente sin temor de retaliaciones por parte de los grupos al margen de la ley, como cotidianamente sucedía en el departamento nortesantandereano, en la carretera Ocaña – Cúcuta.

El segundo, represión de los grupos terroristas: Al igual que el anterior, la seguridad democrática reprime constantemente al actuar delictivo de los grupos, alojados en las montañas y desarma la estructura de poder de los mismos, detenciones de los principales comandantes por ejemplo.

El tercero, la seguridad en los cascos urbanos: lastimosamente en este aspecto, la seguridad democrática cambia de nombre, la inseguridad democrática, porque es lo que se detalla en variados lugares, homicidios, atentados, aumento del expendio de drogas, causal de inseguridad no nada de tranquilidad, como el citado en Ocaña Norte de Santander.

En Ocaña por ejemplo se aumentó el pie de fuerza, mayores automotores y personal humano para aumentar la seguridad, tranquilidad y bienestar, pero el reflejo es negativo y contrario.

Faltan muchísimas cosas por mejorar en las instituciones policiales y de seguridad del Estado para brindar real paz para el pueblo y no entregarnos a los actores como amedrentados, somos más y es posible lograrlo. No permitan que la frase “ver aun policía en el pasado daba seguridad, en el presente da miedo”, sea repetida por la negligencia y convertida por la sociedad en práctica cultural.

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